Anticipo en estas primeras líneas que esto es una reflexión, infestada de dudas, con la intención de poner en común vivencias, sensaciones y formas de ver la vida y ver si veo algo de luz. Pido disculpas por anticipado del tocho que viene a continuación.
Hoy he recibido un archivo fechado en marzo de 2005 con unos clips de audio y cuatro fotos desenfocadas de lo que fue mi primer proyecto musical, mi primera experiencia con el bajo y mi primer contacto con una banda de rock.
Cosas del psique, he caído en la cuenta de que por aquellos entonces hacía las cosas por inercia y sobretodo ilusión ciega. A pesar de tocar con un solo dedo sangrante por la falta de callo, una digitación pésima y un oído musical que se ceñía a ver (primero) e identificar (después) la tónica del guitarrista que imprimía quintas a tomo y lomo sin orden, ritmo ni tempo, ese espíritu de quinceañero pajero en la cresta de la ola me susurraba a cada noche que yo iba a ser bajista in eternum.
Los años pasaron, se sucedieron las bandas, saltando cada vez a proyectos más interesantes, más profesionales y sobretodo que me exigían más como bajista. Paralelamente mi vida también avanzaba. El bajo era una cosa muy importante para mi, pero ni de lejos me plantee jamás mi instrumento como forma de vida. Las imposiciones sociales y 16 años en un sistema educativo centrado en la inteligencia matemática como única vía me habían convencido de que eso de ser músico era para unos pocos genios y otros tantos desgraciados muertos de hambre. Así pues, tenía que estudiar, tenía que escoger qué quería ser en la vida y luchar por conseguirlo. Al final estudié, mucho y mal, pero algo logré. Lo justo para vivir tranquilo y conseguir una estabilidad laboral.
Pero, 10 años después de esa maqueta, de colgarme el bajo por primera vez, reflexiono: a día de hoy tengo una banda con 2 colegas que nos juntamos, si eso, una vez a la semana. Tengo más dinero invertido en equipo en un local que piso 4 veces al mes que en mi casa y mi garaje. Amo la música por encima de todo pero siento hastío y pereza cuando, una y otra vez, me siento atascado en mi forma de tocar el bajo. Paso más horas buscando gilipolleces relacionadas con la música y las bandas que me gustan que practicando y estudiando. Porque, no se si lo he dicho ya, pero jamás estudié nada relacionado con el bajo. Desidia.
Ahora veo que los años y las responsabilidades que traen me alejan de la música, músicos de mi nivel y entorno abandonan por sus proyectos de vida y los que siguen, son ya músicos profesionales. Ahora veo que quiero -necesito- estudiar para por lo menos poder seguir en esto, seguir creciendo y sobretodo poder decidir en qué proyecto estar. Pero vuelvo a mi pozo de falta de fuerza de voluntad, de autoestima y agallas. Me excuso a mi mismo en la falta de tiempo, en el dinero, en la dificultad. Pero se que todo eso no es cierto, que salgo de trabajar a las 18h de la tarde de lunes a viernes, que hay lugares económicos donde estudiar, que puedo hacerlo por internet... y al día siguiente me despierto y vuelvo a ser el cobarde del día anterior, en su estabilidad laboral y su rutina.
Me considero alguien poco disciplinado al que le cuesta mucho centrarse en una materia y exprimirla. Siempre tuve y tengo facilidad para las cosas, con estudiar lo mínimo me iba bien. Entro en una banda nueva y aprendo los temas con facilidad, sin darle demasiadas vueltas en casa. Pero carezco totalmente de constancia y de actitud de trabajo. Necesito la obligación y el azote para mantenerme focalizado y sí, dedico muchas horas al bajo, pero siempre de manera desordenada, caótica y poco lectiva. Es decir: improvisar, improvisar e improvisar.
Hoy me planteo si no es hora de hacer un cambio de mente, de conciencia, de valorizar las cosas que me rodean y aplicar un sacrificio que nunca he hecho por algo que amo. Pero, si tanto lo amo ¿por qué no me sale de dentro la fuerza para dedicarme en cuerpo y alma?
Estos últimos meses de poca música en directo y mucha introspección en casa me han hecho ver que necesito la música, el contacto con músicos y largas sesiones en el local para sentirme feliz, para desconectar de la rutina de mierda que nos hemos labrado des de los 18 años. Para salir de la tan cotizada estabilidad. Y es cuando, en palabras de Paulo Coelho, entiendo que Es justamente la posibilidad de realizar un sueño lo que hace que la vida sea interesante.
Quizás todo esto sea una pésima reflexión de un vago. Pero me gustaría verlo como que dentro de mi luchan dos seres. El que soy y el que querría ser, y por ello lo comparto con vosotros, por que la experiencia me dice que hablar con la gente te hace ver los distintos caminos pero al final el que elije eres tu.
Agradezco al que haya llegado hasta aquí y aún más a los que, obviando mi vida, sepa abrir sus entrañas, haciendo autocrítica y entendiendo que hay muchas maneras de vivir la vida.
Saludos
